Vimos el Joker 2 en familia

 

Imagen de la portada de la película

Ya habíamos visto la primera entrega e incluso escribí un artículo sobre esa excelente película en 2019. Pero era necesario ver la secuela. La vimos con la idea de que a un grupo de personas les había parecido que la calidad de la historia había disminuido porque había destacado el estilo de musical en la producción. Parecía dominar la idea de que, cuando una película que no es propiamente un musical, intenta serlo, entonces es mala. Dogmas del insensato sentido común.

Pero la vimos con esa idea, deslastrándonos de los prejuicios, ante todo. Y la conclusión familiar, incluso del hijo adolescente, es que es “tremenda película”. Es una crítica, dura, cruenta y dolorosa de lo que es la sociedad, de esta sociedad capitalista, en el punto en el que destruir la especie no parece ya descabellado. Pero vayamos al fondo de por qué este elogio cinematográfico.

La ciencia y en particular las ciencias sociales y humanas han descubierto el impacto del apego y el amor de la primera infancia en el desarrollo de la personalidad. La importancia de los primeros años de vida, la teta, la presencia de la madre y del padre, la armonía en el desarrollo iniciático en el mundo humano, el comienzo de la socialización.

Los seres humanos necesitamos sentirnos amados, deseados y protegidos desde los primeros latidos. Es la base de nuestra individualidad. Luego, requerimos sentirnos parte de la especie, que otros nos necesitan, sentirnos útiles. La vida adquiere sentido en ese punto, en formar parte de la existencia común, con un ancla dialéctica con la individualidad. Esto supone formar parte de grupos, tener amigos, sentirnos bien en la relación con nuestros pares. Hacer cosas que valen la pena, sentir que producimos para nosotros y para otros al mismo tiempo.

En la madurez, quien no tiene descendencia tendrá muy buenas amistades a las que dedicará su tiempo y esfuerzo, o una mascota o unas plantas. Hará algo para sentir que alguien o algo depende de su atención. Esa necesidad básica de sentirnos útiles sigue una constante exponencial en nuestro desarrollo.

Esto es el primer elemento argumental de película. Describe una sociedad que violenta a la especie, y que no para de hacerlo hasta que destruye. Una sociedad que genera heridas tan profundas que obligan a sanarlas individualmente, aisladamente, aunque sea un asunto social.

La vida humana es un proceso que de ninguna manera puede ser un asunto individual. Somos seres sociales y todo lo que somos y hacemos nace de lo que nos rodea desde el primer respiro. El ser social determina la consciencia. Es algo objetivo. Es la base de cualquier reflexión que podamos hacer en torno al Joker 2 o a cualquier situación social que queramos comprender o analizar.

Y cuando pensamos en esto y en lo contradictorio que es que el sistema social de producción vigente promueva el individualismo como el mecanismo de existencia y de superación, que sea hegemónica la idea de una existencia solitaria, viene la realidad y nos empuja a una socialización inevitable, pero cuenta y ruin o a una muerte prematura. Quizás esa misma contradicción que genera nuestra realidad social, de miseria, desigualdad y violencia, siga siendo el germen de su destrucción o, peor aún, el paso anterior a nuestra muerte social y como especie. No queremos hacer spoiler de la película, pero esto está claramente planteado en todo su desarrollo.


La idea de “que malo el musical”

Arthur y Lee bailan

La cultura común, los detestables influencer y youtubers, las personas jóvenes que se hacen un gran megáfono de miserias con las redes sociales crearon la idea de que había bajado la calidad de la trama por introducir el concepto de musical. Sin embargo, en términos estrictamente capitalistas, una película se hace para vender, y se deben tomar como elementos de impulso lo que las masas quieren ver, lo que les atrae.

En la primera película quedó en la gente una idea que emulan, promueven y que se convirtió en meme y referencia. La idea del baile en las escaleras por las que bajó el Joker al revelarse ante el mundo. Ese era el elemento de conexión. Así que fue una buena decisión argumental. Además, fue una estrategia comercial que la actriz que interpretó a Harley Quinn o Lee Quinzel, fuese una cantante famosa, amada y odiada. Una persona particular, una belleza particular como Lady Gaga, creo que fue una buena decisión.

Luego, en contenido, el musical hace juego con la ficción esquizoide del Joker, con esa idea instalada en él sobre la comedia, el show ochentoso de televisión. Y si algo debemos rescatar de la inclusión del musical es la calidad, en términos de crítica social, de las letras, la ilación argumental con el personaje y sus circunstancias psicológicas. Cada letra expresa los sentimientos y deseos del que las interpretan. Casi todas las interpretaciones musicales fueron en el marco de la grabación de las escenas, lo que habla muy bien de la calidad de ambos actores. Esto fue majestuoso.


El juicio público, el efecto, los medios de masa

Joker sostiene un maso de juez, frente al juez de la sala de juicio

Los juicios públicos, son para la gente, la expresión más directa de acceso a la justicia. Hay una idea general de lo objetivo que pueden ser, de cómo en ese espacio, con la autoridad de un juez o jueza, fiscales, abogados, testigos y jurado, la propia sociedad, determina la culpabilidad o inocencia de una persona, en el marco de un cuerpo jurídico previo. Esto nos indica lo que está bien o lo que está mal. Hay la idea de que la justicia es ciega y siendo público el proceso, el juicio adquiere un aire de imparcialidad y objetividad.

El juicio del Arthur se convierte en un asunto público. Gente aupando a favor del acusado y otros a favor de las víctimas. Es televisado, como lo fue el delito cometido. Lo ven, con suspenso y solidaridad, sus compañeros del psiquiátrico/asilo de Arkham y sus carceleros. Lo transmiten a toda la comunidad. El juicio es un asunto social, de interés colectivo. Y mientras avanza va generando en la gente emociones y acciones.

Por un lado, aumenta la multitud afuera del palacio de justicia. Por otro, los compañeros de celda encuentran en Arthur un ídolo, una figura que se enfrenta con gallardía al poder y hay una reacción en consecuencia.

El juicio es un elemento fundamental de la película, porque en él se devela la realidad. El hecho concreto de la vida de una persona que llega a matar a sangre fría a otras 6. Cómo es que pasa eso, qué determinaciones incidieron en que esa persona llegara a ser lo que es. Y también se evidencia cómo funciona el poder, la búsqueda de la culpa individual, de una responsabilidad exclusiva de la persona, como si de islas se tratara. El desconocimiento de las responsabilidades colectivas, principalmente de ese gran monstruo que una sociedad abyecta creó. Creen darle soporte al “Estado”, que es también quien establece las reglas de juego, las leyes, etc. Los acusadores se afianzan en demostrar la responsabilidad individual, lo hizo o no lo hizo, sin profundizar en por qué lo hizo.

La defensa, en cambio, hace las reflexiones más agudas. Creo que lo más determinante de la película y en lo que la sociedad debería centrar la atención, es en las causas estructurales y la raíz del problema, que son el sustento de toda la defensa e incluso de la defensa del propio Arthur.

La defensora

Abogada de Arthur ve a traves de un espejo la entrevista que le hacen a Arthur antes del juicio

El diálogo de Maryanne Stewart (interpretada por Catherine Keener) antes y durante el juicio es el fondo de toda la trama desde lo social. Expone de manera magistral cómo la violencia y la indefensión afectan la vida de una persona y cómo el cerebro construye mecanismos de defensa frente a la vulnerabilidad. Esa relación entre formas de violencias y el desarrollo de una personalidad psicótica solo las distancia si aparecen factores de protección, instancias que contienen y que minimizan los efectos del daño. El trabajo social, la psicología, los servicios sociales, la seguridad social han asumido estás responsabilidades, delegadas en estás profesiones por el Estado.

Pero se revela una realidad injusta y plagada de desigualdades que a fin de cuentas son formas de violencia que terminan siendo paliadas por medidas sociales, políticas, servicios que permiten a la gente tener el mínimo de condiciones para vivir en una sociedad corrosiva, para básicamente funcionar y seguir aportando al sistema capitalista lo que puedan, hasta su último gramo de vida útil.

Pero hasta aquí todo va mal. La sociedad, que debería propender a condiciones de vida en las que no sean necesarias las suturas y los remiendo para estar bien, ha fracasado. Luego se crean estos mecanismos que contienen pero no eliminan la violencia y la desigualdad en sus orígenes. Aparecen las fallas de esos mecanismos, la falta de profesionalismo, la ausencia de recursos suficientes, el recorte en gasto social, etc. Y se establece lo contradictorio entre la declarada misión social y el daño a los más vulnerables de los oprimidos, los que justamente hacen uso de esos servicios, los pobres, los que no tienen para pagar por ellos y nunca tendrán de forma individual.

La defensora de Arthur dice: “fue abusado sexualmente y servicio social lo devolvió a la casa en la que estaban sus agresores”. Es decir, el Estado que debió protegerle y garantizar sus condiciones de vida y seguridad fue responsable de exponerlo a más violencia, de no brindar la protección debida cuando solo tenía 7 años.

La madre, que debió cuidarlo y protegerlo, llevó a casa a quienes le hacían daño a ella y a él. Él no la pudo ayudar. No fue útil a su madre para salvarla pues era un niño. El Servicio Social tampoco la ayudó como mujer a no vivir en el ciclo de la violencia. En fin, una existencia perturbada, dolorosa, insegura, agresiva. Escribirlo solamente hace sentir mal, imaginen lo que significa vivirlo. Allí está la causa principal de todo el desenlace posterior, que es magníficamente plasmado por la película.

 

La relación amorosa, el destello de locura y de cordura que le da Harley Quinn

Joker bailando con Lee (Lady Gaga)

La relación amorosa que se gesta entre Arthur y Lee, es el aliciente, ese haz de luz cuando estamos en la más profunda oscuridad. Es el punto de quiebre entre poder vivir en sociedad o no. Arthur encuentra solo en la locura la posibilidad de vivir. Ya no es posible hablar de deseos, que querer hacer algo, sino de poder hacerlo. En ese punto, la capacidad de reflexión crítica y la conciencia sobre su realidad y lo que puede hacer con ella, ya no es posible.

El encuentro con Lee despierta en él la posibilidad de cambio, la construcción social del individuo que ya describimos antes, detona. Sentirse mirado, atendido, valorado, es lo que detona en Arthur la posibilidad de seguir viviendo. Que sea importante para alguien, que haya sido un ejemplo para alguien, un referente o que simplemente le haya dedicado tiempo (pensó en él).

Ese sentimiento de existencia social es determinante. Es por ello que la contradicción natural primaria entre el humano y la naturaleza es la transformación de la segunda mediante el trabajo. A través del trabajo humano, ser útiles para la vida propia y de otros seres humanos, mueve nuestra existencia.

Antes de esa mirada de Lee, Arthur estaba ya entregado a la muerte. Pero esa atención y sentido de utilidad social despierta nuevamente su deseo de vivir, su valoración por sí mismo, sus ganas de pelearle su vida al sistema. Confía una vez más y asume su papel. Se enamora, piensa e idealiza, recrea la vida futura en su mente y en su ficción.

Pero su abogada es el ancla. La única sincera en toda la trama, veraz y preocupada por Arthur, que le muestra una realidad que, el deseo por sentirse amado nubló. Es que Lee no le había dicho la verdad. Y aquí hay un elemento relevante. Esa persona que se acercó y que despertó en Arthur las ganas de vivir, no era de su clase, no tenía ni la misma realidad ni el mismo interés. Sus motivaciones, su realidad, su existencia eran diferentes y allí cambian también los sentimientos y la ética y la moral subyacente.

Para qué se hacen las cosas, qué motiva sus acciones. En el caso de Harley la mueve el individualismo, el ego, el deseo de hacer daño. Aunque no hay una profundización sobre su vida, sobre las razones que la llevan al psiquiátrico, sobre la relación familiar, se asoman detalles mínimos sobre una historia con su padre, pero no permite que nos ubiquemos completamente. Y finalmente, cuando Arthur asume ser Arthur y no el Joker, ella lo abandona. No le interesaba la persona, sino el personaje ficticio que había construido como mascarada y protección frente a la cruenta realidad.

Hay dos puntos fundamentales para volver a la cordura en Arthur. Uno es la noticia de un posible hijo y el otro, saber que mataron a su compañero de celda. Sobre la muerte de alguien que luchaba junto a él, se genera reflexión y cambio de actitud. Y aparece la necesidad de denunciar las condiciones que vive en el sitio de reclusión. En el caso de la posibilidad de tener un hijo, ya no toma protagonismo la idea ególatra de sentirse querido, de querer vivir porque es importante para otra persona. Allí aparece la responsabilidad de vivir para que otro ser pueda vivir, asumir que otra persona depende de él. Estos dos elementos, inciden en su decisión de separarse del Joker, de asumir que mató y entregarse a la justicia, quizás con la idea de hacer lo moralmente correcto, como guía y modelo para su descendencia (esto es elucubración).


La violencia del sistema

Imagen del Joker siendo arrastrado por custodios del centro psiquiátrico.


Pero definitivamente, lo más cumbre de la película, lo que debe llamar nuestra atención profesional, no está en lo superficial, en lo que nos venden como lo importante, que es el hecho de haber matado a varias personas. Lo más relevante -a mi juicio- es la denuncia de cómo funciona el sistema, el ejercicio del poder, el poder económico que usa Lee para entrar a la celda, tener el ansiado encuentro con Arthur, estar en el juicio, entrar y salir de un psiquiátrico a disposición. El poder de coerción, la fuerza pública, el papel de los carceleros, la violencia constante, la tortura, la burla descarada, la maldad. El poder que actúa cuando ve en riesgo su estabilidad, incluso matando, como lo hizo Jackie Sullivan (Brendan Gleeson) con el joven preso que cantaba ante la tortura que le hicieron a su amigo Arthur o planificando la propia muerte de Arthur, convenciendo a otros de hacerlo por él.

El sitio de reclusión de Arthur no era una cárcel sino un asilo psiquiátrico, por eso todos estaban medicados. Esa idea difusa parece exprofeso. Es una cárcel, es un psiquiátrico o son lo mismo. El trato, el personal, todo es común a una cárcel, el tigrito incluso. Cómo se construyen las instalaciones, cómo se brinda atención, todo ha sido una decisión del sistema, la violencia institucional, todo es parte de un sistema opresivo y represivo.

Un juez y un jurado que no se pasearon por la idea de determinar la responsabilidad del Estado en lo que sucedió, porque es menos incómoda la responsabilidad individual. Esa es la ética y la moral del sistema. No tomaron en cuenta los elementos de fondo en el caso, para señalar que Arthur fue realmente una víctima del sistema capitalista, de la ausencia de un sistema de atención social fuerte que brindara una atención humana, para garantizar dignidad y derechos.

El paciente sigue siendo víctima en el sitio en el que se encuentra recluido. El servicio social desde la lógica del sistema capitalista pierde las perspectivas, porque desde la lógica capitalista se define cuánto salario se paga, cuál es la inversión que el Estado hace en esos programas y con ello su capacidad de acción en la vida de las personas.

 

El trabajo social y su impacto en historia como la del Joker

El trabajo social como profesión tiene al menos dos lecturas principales. Una, la romantizada sobre nuestra función, para ayudar a la gente más vulnerable y brindarles herramientas para superar la pobreza y vivir bien.

Otra, desde una perspectiva crítica, objetiva, en la que se comprende que el trabajo social nace como una necesidad del sistema para mitigar los efectos de la contradicción capital-trabajo, brindando, a partir del gasto social de los Estados, lo mínimo necesario para mantener a la gente en pie, que puedan seguir viviendo, trabajando y aportando al sistema capitalista y evitar la molestia y la protesta, que puedan poner en tela de juicio al sistema y las condiciones de producción y reproducción capitalistas.

Con la primera opción casi siempre pasa lo que señala Paulo Netto, trabajador social brasilero. Una manera de ejercer el trabajo social es siendo “cínico(a): que actúa siempre bajo el sí condicional, “ yo haría esto, si existiese esto...”, “yo haría aquello si me dan esto...”. Es un ejercicio profesional domesticado. Esto sucede porque nuestras funciones no dependen de nosotros sino de la disponibilidad de recursos que ofrece el Estado y, a fin de cuentas, tendremos que decirle a la gente que, aunque sabemos que necesita más, no es posible dárselo porque “no hay disponibilidad”.

La segunda, que tiene más verosimilitud con la realidad, también tiene más probabilidad de que podamos incidir en ella, por ejemplo, en la definición de políticas públicas, en la educación de la gente para su organización, etc. Para ello, lo fundamental es tener conciencia de por qué se creó la profesión y cuál es el objetivo del Estado sobre el trabajo social. Luego, con base en las herramientas, técnicas e instrumentos profesionales, incursionar en el trabajo con la gente, en elevar la conciencia del pueblo, en dinamizar sus procesos de organización y movilización para la exigencia de sus derechos y su conquista ante el poder establecido.

Esto tiene implicaciones teóricas, técnicas y políticas. Es una urgencia en países con políticas neoliberales y restricción del Estado, en los que también se minimiza el ejercicio profesional de trabajadores sociales.

La primera está perfectamente descrita en el Joker, en la atención que recibe Arthur de la Trabajadora Social. La mejor expresión del trabajo social romantizado es el diálogo de la primera entrega:

– Recortaron nuestro presupuesto. Cerraremos nuestras oficinas la próxima semana. La ciudad está recortando muchos presupuestos. Servicios sociales es uno. Esta es la última vez que nos reuniremos.

– De acuerdo.

– No les importa una mierda la gente como tú, Arthur. Y en realidad tampoco les importa una mierda la gente como yo. Maldita sea.

Este es un punto de quiebre entre Arthur y el Joker.

Para el trabajo social, esta película es una obra de reflexión e introspección teórico-metodológica y ético-política. Es una decisión individual decidir qué trabajo social desarrollar, de qué lado estará, a quién defender y por quién luchar. Pero puede ser perfectamente una apuesta social del colectivo de trabajadores sociales, que entendemos cómo se mueven los hilos del poder, cómo se crean las políticas sociales y cómo se desarrollan los programas sociales, así como entendemos que, mientras el sistema capitalista siga vigente, el hambre, desempleo, la miseria, pobreza y violencia, serán parte intrínseca de nuestra historia. Porque la cuestión social nació de este sistema y seguirá mientras las bases estructurales se mantengan intactas.

Debemos asumir, como indica Marilda Lamamoto, que la constitución del trabajo social como profesión “depende de una progresiva acción del Estado en la regulación de la vida social, cuando pasa a administrar el conflicto de clase, que en nuestra sociedad presupone la relación capital/trabajo constituida por medio del proceso de industrialización y urbanización”. Pero también debemos comprender que, siendo una profesión creada con ese fin, tenemos elementos favorables: estamos en los espacios más cercanos a la gente, que entiende con su propia vida y siente en su propia piel los desmanes de un sistema corrompido e inhumano; existe la idea natural de la especie de que un mundo diferente es posible y que esa posibilidad depende de nosotros, principalmente de los conscientes. Y contamos con las herramientas y estrategias para hacer coincidir estos elementos. 


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